29 de septiembre de 2025
28600 Navalcarnero (Madrid)

Calle del Barco

20,00 

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Calle del Barco presenta un relato conmovedor que mezcla la nostalgia, la transformación personal y el cambio de entorno como elementos centrales de su trama. La narración se enfoca en las experiencias de una joven y su madre al mudarse de la pensión donde han vivido durante años a un nuevo hogar en el Barrio de Salamanca, marcando un nuevo comienzo en sus vidas.
El estilo literario de Pura Pascual Martínez es descriptivo y emotivo, capturando los sentimientos de los personajes frente a los cambios y desafíos que enfrentan. Los detalles sobre los lugares, como el desglose del interior de la nueva casa, y los personajes, como Policarpo el portero, están ricamente delineados, proporcionando una visión clara de la ambientación y los aspectos sociales del relato.

A lo largo del libro, se exploran temas de desarraigo y adaptación a nuevos entornos, lo cual es evidente cuando la protagonista reflexiona sobre su pasado en la pensión y su vida emergente en un barrio más acomodado. La historia también ofrece un vistazo a las interacciones familiares y las redes de apoyo que las protagonistas intentan reforzar en su nuevo contexto.

En resumen, Calle del Barco es un relato introspectivo que explora la búsqueda de identidad y pertenencia en medio de cambios significativos. La autora logra transmitir una profunda humanidad y vulnerabilidad a través de sus personajes, haciendo de esta obra un testimonio emotivo de la resiliencia y la transformación personal.

Descripción

Calle del Barco presenta un relato conmovedor que mezcla la nostalgia, la transformación personal y el cambio de entorno como elementos centrales de su trama. La narración se enfoca en las experiencias de una joven y su madre al mudarse de la pensión donde han vivido durante años a un nuevo hogar en el Barrio de Salamanca, marcando un nuevo comienzo en sus vidas.
El estilo literario de Pura Pascual Martínez es descriptivo y emotivo, capturando los sentimientos de los personajes frente a los cambios y desafíos que enfrentan. Los detalles sobre los lugares, como el desglose del interior de la nueva casa, y los personajes, como Policarpo el portero, están ricamente delineados, proporcionando una visión clara de la ambientación y los aspectos sociales del relato.

A lo largo del libro, se exploran temas de desarraigo y adaptación a nuevos entornos, lo cual es evidente cuando la protagonista reflexiona sobre su pasado en la pensión y su vida emergente en un barrio más acomodado. La historia también ofrece un vistazo a las interacciones familiares y las redes de apoyo que las protagonistas intentan reforzar en su nuevo contexto.

En resumen, Calle del Barco es un relato introspectivo que explora la búsqueda de identidad y pertenencia en medio de cambios significativos. La autora logra transmitir una profunda humanidad y vulnerabilidad a través de sus personajes, haciendo de esta obra un testimonio emotivo de la resiliencia y la transformación personal.

Información adicional

Autor

Pura Pascual

Dimensiones

15,5 x 23cm

Edad recomendada

Más de 18 años

Editorial

Ediciones Del Genal

Fecha de publicación

01/10/2024

Idioma

Castellano

ISBN

978-84-10114-87-6

Páginas

312

Tipo de tapa

Blanda

5 /5
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    • 5 meses ago

    Maribel tiene una trenza, símbolo de la mujer, de la fuerza y la resistencia. Navega por las olas de la vida, el aire le impulsa pero sólo su ojo decide por dónde debe ir.

    Me encuentro frente al monumento de Elena Fortún en el Parque del Oeste, aquel que sus personas más cercanas pidieron hacer después de su muerte. Curiosamente, la imagen de la niña me traslada a la portada del libro de Pura, Calle del Barco. La trenza me lo confirma. La trenza, símbolo de la mujer, de la fuerza y la resistencia. Pero la niña de Pura no alza los brazos con un ramo. La de Pura, navega, en una postura sencilla y cándida, confiada, mirando hacia los caminos que su libro la lleve. Es de vela, el aire la impulsa, pero las olas se sienten lentas, así que es su ojo el que decide por dónde debe ir.
    Cuando escuché a Pura hablar de este libro la primera vez, robé para mí una idea: que escribía para hacer realidad en sus páginas aquello que a veces una desea y no termina por cumplirse. O sí, pero en otras formas que no captamos. Qué oportunidad más maravillosa nos da el hecho de escribir. Me inquieta no saber cuánto hay, en Calle del Barco, de verdad y de imaginario, aunque el imaginario acabe siendo la mayor verdad de todo. Ojalá Pura nos lo cuente alguna vez.
    El caso es que, en este quimérico mundo por el que Federico Martín Nebras nos lleva, donde la nostalgia de lo no vivido se torna de carne y hueso, se me antoja Pura en el papel de Elena Fortún, hasta el medallón central del monumento en el parque se me parece a ella. Así que, al volver a casa, releo Celia, lo que dice, porque pienso que Maribel tiene esencias de ella y rescato algunas perlas que no recordaba.
    La primera, que está prologado por Carmen Martín Gaite, en su lectura encuentro palabras que tienen mucho que ver con Pura.
    Carmen dice que Celia es una literatura que toma en cuenta el punto de vista de los niños en vez de considerarlos objeto de sermoneo (…) que ha delegado en el ojo infantil, mezcla de sinceridad y osadía para registrar los detalles de una sociedad.
    Y es que Pura ha tenido la osadía de lanzarnos a las redes de una época rancia, un tardío franquismo en el que el ritual del catolicismo era el mantel sobre el que se colocaban todos los enseres que nos alimentaban o con los que nos procurábamos el alimento. Y ese ojo infantil nos arropa y nos indulta, a los descendientes de los que no tuvimos una herencia familiar rebelde, a los que la vida sencilla no dejó tiempo para reivindicaciones políticas. Maribel, con su llaneza, permite reconciliarnos, enorgullecernos y poner en el lugar que se merecen, con todas esas personas que vivieron de forma discreta aquella época en un Madrid del disimulo, sin que por ello no fueran luchadoras. Carmen hablaba con Celia de “parapeto” y posiblemente eso sea también Maribel, una defensa, una protección. Sus diálogos, al ser puestos en bocas de niñas, facilitan una crítica social y femenina, encubierta tras la ingenuidad. Además, están escritos con un ritmo cotidiano, con humor y poesía y por ello, resuelven una prosa fresca y amena.
    Fruto de esa prosa honesta, me fui a ver si existía de verdad una pensión en la calle del Barco. Me fijé por un instante cómo eran las personas que salían de una puerta y envuelta en una especie de delirio vi salir a la más mandona, a la menos y a la poco. Y al preferido gastando una broma a Sol, y tras ellos, salía corriendo el pequeño marqués que parecía dirigirse hacia un padre y una niña que bien podrían ser Salvador y Alba. De todos esos personajes y sus vidas en la pensión podría hacerse otra novela.

    Otra perla es que Elena Fortún dedica el libro a su ahijada Isabela. Parece que, con esto, lanzara un testigo porque la niña Maribel decide cambiarse el nombre cuando cumple 18 años…a Isabela. También Fortún antes de ser Elena, era María de la Encarnación Gertrudis Jacoba. Ambas consiguen despojarse de ese maría previo a cada nombre y de casi obligado cumplimiento bautismal. Y creo que, impulsada por ese trueque, al final del libro, Isabela también logra reconciliarnos con una religión que nos fue robada.
    La niña Maribel, en el barco, va sola. Sin embargo, el libro empieza “Mi madre me lleva agarrada muy fuerte de la mano. Noto su nerviosismo en el modo con que me aprieta”. Celia también tiene un capítulo en el que, agarrada a la mano de su madre, cruzan sin peligro ninguno hacia la acera norte, pero algo advierte, un miedo sentido por la madre que le traspasa. Un estremecimiento corre por su cuerpo y por primera vez se formula en su mente una idea: “aunque mi madre me lleve de la mano, puede atropellarme un coche”. Con este comienzo, Pura nos prepara, nos avisa que una niña está a punto de romper con su infancia, de saberse sola en un barco y que la presencia del adulto ya no le va a ser reparadora. Pura abraza valientemente ese período tan difícil de describir y al que solemos obviar en nuestros relatos.
    Celia, dice Martín Gaite, abrió una rendija para asomarse al mundo y otra para colarse en la casa de todos los niños españoles. En cuanto la inventó, ésta se le salió del papel y ya no la dejó parar. Maribel también abrió una rendija en su vida con la que se ha salido de estas líneas.
    Que sigamos compartiendo más lecturas de la mano de Pura, al más estilo Lyceum club femenino, como Elena Fortún. Fantaseo con ser una de ellas en este seminario que tantas cosas buenas nos ha traído, como este viaje en este barco.

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